Un día agridulce. Una experiencia inolvidable


Sabía que no iba a ser fácil, que eran más de siete millones de personas intentándolo y que todas empujan con la misma fuerza de los sueños que quieren hacerse realidad. Sabía que era empezar de cero y que en ese mismo número me convertiría una vez me instalara aquí con mis 36 kilos de ropa y libros traídos de Canarias. Lo sabía, no me había equivocado.


Ya hace más de un año que vine a esta ciudad ecléptica, cosmopolita, anónima... entre tantos otros adjetivos maravillosos, y todo lo contrario, que se pueden usar para describir Londres. Cuando llegué en mi segundo período, digámoslo así, en septiembre de 2006, jamás imaginé que las cosas sucedieran como han venido ocurriendo, a veces pienso que si lo llego haber sabido, quizás, no lo hubiera intentado. De ahí la magia y la fuerza, de la ingenuidad y del deseo.


Cuánto lloré los tres primeros meses, al volver a casa tras las clases del master sintiéndome derrotada e invisible, al tiempo que impotente, indefensa y débil. Me había convertido en lo que yo nunca supe entender: la niña de la clase que se arrincona sin amigos y parece ausente y hasta completamente desinteresada, y sin embargo mis esfuerzos de integración y aprendizaje eran bárbaros. Todo parecía nulo. Llevaba menos de un año, 6 meses, de inglés intensivo, y aquellas clases para licenciados nativos sobrepasaban multiplicado por 100 todo el conocimiento que yo podía tener.


Afortunadamente el tiempo ha pasado, las situaciones han cambiado, y ya sólo me quedan dos proyectos a entregar. La mera idea de terminar, al margen de los resultados, me ilumina la cara.


En ocasiones, a modo de autoterapia reflexiva, necesito sentarme en la cama a pensar todo lo que ha ocurrido recientemente, cómo lo hubiera cambiado, cómo lo hubiera hecho mejor, qué he aprendido de ello... hoy es uno de esos días.


Ayer a las doce y media de la tarde recibí una llamada que dio un giro total a las siguientes 8 horas. La BBC del programa The World Tonight tenía "excelentes" referencias mías y quería saber mi disposición para un trabajo freelance en Madrid. No salía de mi asombro, aún no salgo de él.


Evidentemente sólo pude estar de acuerdo con todo y más que predispuesta, pero era una selección telefónica, y me advirtieron que estaban llamando a 6 personas más. El teléfono no ha sonado y lo doy por perdido.

Hace un año jamás me hubiera imaginado hablando con algún "senior" de la BBC acerca de cachés, para mi la llamada de ayer fue como un sueño, corto y fugaz, pero un sueño.

Sé dónde está mi talón de Aquiles, y trabajaré fuerte, aún más, para hacerlo un aliado más que un enemigo: este nuevo idioma necesita ser pulido meticulosamente.

Ojalá hoy más que nunca.

Ojalá.

1 comentario:

Robinson dijo...

Hay que perseguir los sueños cueste lo que cueste. Pero hay un punto de inflexión: cuando nos damos cuenta de que aquello que perseguimos no es en realidad tan vital y trascendental. Entonces uno se relaja y deja que las cosas fluyan. La terapia debe consistir en maquillar a veces esos deseos para hacer que se adapten a nuestra situación actual. Todo cambio siempre es bueno. Te habla uno que cree que vive algo parecido. Un beso y feliz semana.